domingo, 8 de marzo de 2009

CÓMO PREPARAR LAS CLASES "Práctica y teoría del planteamiento y evaluación de la enseñanza"

CÓMO PREPARAR LAS CLASES


Práctica y teoría del planteamiento y evaluación de la enseñanza

FORMACIÓN DEL PROGRAMA SEMANAL Y COTIDIANO.

Después de una intensa y adecuada profundización en los temas, cabe ajustarlos a la semana o al periodo lectivo, de acuerdo con el número y la distribución de días y horas. El programa cotidiano y semanal se confeccionará con arreglo a las siguientes tareas:
La elección de los temas de la semana;
la división de los mismos en clases, y
la composición de la totalidad del programa semanal y cotidiano.

La elección de los temas de la semana.

La elaboración intensa es siempre preferible a la sinopsis superficial, porque ésta no permite ver, ni mucho menos resolver, los problemas individuales.
Se trata pues, de determinar puntos importantes semanales para los distintos ámbitos formativos que permitan al niño una elaboración posterior independiente y lo inciten a ella, y de dejar al margen muchas cosas o simplemente eliminarlas.
Sería insuficiente confiar, para esa elección, únicamente en los libros de texto oficiales. Si en la recopilación de los temas y la planificación del trabajo ya se hizo la primera elección provisional, se trata ahora de realizar un sondeo más profundo.
Un criterio importante con relación al valor formativo de un tema es su problemática y su fuerza de activación, vale decir, su propiedad de acrecentar la capacidad de estudio, provocar actitudes críticas, incitar a hacer esfuerzos mentales que revisten una importancia preeminente para el desarrollo de los alumnos.



LA DIVISIÓN DE LOS TEMAS SEMANALES POR HORAS

Como el maestro tiene que atenerse al horario fijado para las distintas lecciones, debe distribuir correspondientemente sus temas semanales.
Además es necesario tener en cuenta, al hacer la división, los problemas que se plantean con respecto a los temas semanales, o sea observar en todo lo posible el principio de aislar las dificultades.
Al dividir los temas semanales en horas es preciso considerar también el aspecto metodológico, además del lógico y psicológico, porque la elaboración adecuada de un tema suele requerir más tiempo del que se necesitaría para una mera exposición.
Al hacer la división de los temas semanales en horas no han de pasarse por alto –sobre todo en el ciclo inferior- la posibilidad y necesidad de redondear las distintas clases convirtiéndolas en unidades complejas. El tema semanal “lenguaje”, elegido del ámbito formativo, por ejemplo, no ha de dividirse necesariamente en tantas partes cuantas horas estén previstas para él en el horario. Puede dividirse en porciones más pequeñas que ocupen sólo parte de una hora. Esa subdivisión dependerá del punto de mayor importancia de cada clase si realmente ha de resultar una enseñanza global fructífera.
Resumiendo, cabe señalar que los temas semanales elegidos para los distintos ámbitos de formación han de dividirse en porciones horarias redondeadas, lógica y psicológicamente sostenibles.
Por lo general, la elección y subdivisión de los temas se realizan en la fase preparatoria de la elaboración, o sea antes de iniciarse la semana o el período lectivos.


LA COMPOSICIÓN DE LAS UNIDADES SEMANALES Y DIARIAS.


Una vez divididos en porciones horarias los temas semanales de los distintos ámbitos formativos, se trata de proyectar esas porciones sobre las unidades de tiempo disponibles, sobre las clases según su ubicación concreta dentro de las unidades diarias y semanales.
No puede ser cuestión de una distribución esquemática, sino más bien de colocar y combinar en forma meditada los diversos temas divididos por horas.
Si la enseñanza ha de dar fruto, los distintos temas horarios deben discutirse conforme a un orden significativo.

La composición de las unidades semanales y diarias se hará:
a) con arreglo a la lógica inherente a los distintos asuntos o temas, y
b) conforme al ritmo semanal y diario de un niño.

a) EL ORDEN LÓGICO DE LAS ASIGNATURAS O DE LOS TEMAS.

Para algunas de las porciones horarias mencionadas, resulta automáticamente un determinado orden de elaboración didáctica en vista de la sucesión de los distintos ámbitos formativos (sucesión de materias) y según el orden de las subdivisiones de un determinado ámbito formativo (estructura intrínseca de ciertos contextos).

b) EL RITMO SEMANAL Y DIARIO

El decurso de una semana, un día y ciertas horas sigue, en el adulto como en el niño, determinados ritmos. Estos se caracterizan por un paulatino aumento de las energías físicas, psíquicas y mentales, hasta llegar a un punto de culminación, un lento descenso y reposo.
Representando por una curva, ésta ascenderá desde el lunes para alcanzar el miércoles o jueves su punto más elevado y volver hasta el sábado el valor inicial. Si para el ritmo diario la curva parte del punto cero a las 8 de la mañana, llega a su apogeo aproximadamente entre las 10 y 11, luego de lo cual decae, experimenta un nuevo ascenso hasta las 16 ó 17 y vuelve definitivamente al punto de partida.
A cada una de las fases descritas corresponde una determinada actitud frente a las cosas y tareas. La observación de este decurso y de las condiciones de la clase, es una importante condición previa para una labor fecunda durante el día y la semana.


La semana lectiva

El marco fijo para la estructuración de la enseñanza está dado por el horario de clase con sus divisiones y subdivisiones. Si fuere posible, el horario debería confeccionarse, de tal suerte que las clases se distribuyan más o menos uniformemente entre los días de la semana y que (con excepción del primer año escolar) empiecen a las 8 de la mañana.

El día lectivo

En lo posible, cada día lectivo debería ser todo redondeado en sí, regido por un determinado tema. Por eso –con arreglo al número de horas disponibles- deben reunirse en todo aquellas subdivisiones temáticas que constituyan una unidad significativa, vale decir que se trata de hacer una composición integral.
En vista de la curva de trabajo del día infantil sería imprudente exigir al máximo las energías psíquicas de los alumnos ya en la clase de 8 a 9 (por ejemplo con difíciles problemas aritméticos), reservando el lapso de 9 a 11, en que la capacidad de trabajo del niño llega a su culminación, a ocupaciones que requieren menos receptividad y esfuerzo.

En resumen: comprobamos pues que, basándose en una estructuración adecuada del horario, los distintos temas para cada clase deben ajustarse al ritmo infantil de trabajo, según se manifiesta en los distintos días y horas. Siempre deben tenerse en cuenta el orden resultante de los temas en sí. El ritmo diario y semanal se caracteriza por las siguientes ocho fases: abordar, preparar, elaborar, profundizar, consolidar, formalizar, desprender y relajar. La duración de cada fase depende de las características del tema y de la situación individual de la clase. Cada día ha de estar adecuado en sí y dedicado a un tema determinado. La composición referente a la semana y a cada día debe considerarse como una ayuda esencial para la enseñanza, pero ello no debe obligar a hacer omitir las modificaciones impuestas por el acontecer formativo en su faz concreta.

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