domingo, 8 de marzo de 2009

LA EVALUACIÓN EN EDUCACIÓN PRIMARIA

LA EVALUACIÓN: UN PROCESO DE DIÁLOGO, COMPRENSIÓN Y MEJORA

LA EVALUACIÓN EN EDUCACIÓN PRIMARIA

LA NATURALEZA DEL PROCESO EVALUADOR.

La evaluación es una parte del proceso de enseñanza/aprendizaje, no es un apéndice, un complemento o adorno. Lo decisivo en la evaluación es saber qué papel desempeña en todo el proceso de enseñanza/aprendizaje y si ese papel contribuye a la calidad del mismo, tanto en lo que respecta a su racionalidad como a su justicia. La evaluación no es, fundamentalmente, un problema de medición sino de comprensión.
La evaluación educativa es un fenómeno de extraordinaria complejidad en el cual se acumulan funciones diferenciadas y a la vez entremezcladas que adquieren una especial relevancia.

Evaluación como diagnóstico.

La evaluación permite saber cuál es el estado cognitivo y actitudinal de los niños. Este diagnóstico permitirá ajustar la acción a las características de los alumnos, a su peculiar situación. El diagnóstico es una radiografía que facilitará el aprendizaje significativo y relevante, ya que parte del conocimiento de la situación previa y de las actitudes y expectativas de los alumnos.

Evaluación como selección.

Permite al sistema educativo seleccionar a los estudiantes. Mediante la gama de calificaciones, la escuela va clasificando a los alumnos. Unos son eliminados porque no llegan a unos mínimos y otros van situándose en puestos de deferente categoría según la clasificación.
Esta selección se realiza en la EP. En ésta empieza a funcionar la comparación selectiva.

Evaluación como jerarquización.

No es casual que el único evaluado en el sistema educativo sea el que ocupa el último lugar en la escala jerárquica: el alumno. La capacidad de decidir qué es evaluable, cómo ha de ser evaluado y qué es lo que tiene éxito en la evaluación confiere un poder al profesor.
La evaluación articula la relación en torno a la capacidad de decisión. El control se ejerce a través del poder de los informes, de la capacidad de aprobar y suspender.

La evaluación como comprobación.

Las pretensiones educativas sobre el aprendizaje se concretan en actividades instructivas. El resultado de las mismas puede ser comprobado a través de la evaluación. Es un mecanismo elemental y aparentemente simple.

La evaluación como comparación.

La evaluación, cuando se realiza en un aula, encierra una faceta comparativa. Todos los alumnos son evaluados de forma parecida y a todos se les exigen unos conocimientos mínimos.

La evaluación como comunicación.

El profesor se relaciona con el alumno a través del método, de la experiencia… y de la evaluación. Esta comunicación tiene repercusiones psicológicas para el alumno y para el profesor. El alumno ve potenciado o mermado su autoconcepto por los resultados de la evaluación.

La evaluación como diálogo.

Tiene lugar un diálogo entre evaluadores y evaluados. Un diálogo que puede ser enriquecedor (si se realiza en libertad, con actitud de apertura y con voluntad de ayuda) o bien convertirse en un monólogo despótico y avasallador.
El diálogo continúa entre evaluados y metaevaluadores , ya que éstos pueden convertir el proceso de evaluación en objeto de una nueva evaluación.
Es necesario preguntarse por la calidad de ese diálogo, por el protagonismo que tiene el alumno.

La evaluación como orientación.

La evaluación proporciona una información que puede ser el punto de partida para la toma de decisiones y la reorientación del aprendizaje. A través de la evaluación se puede corregir los errores, modificar las actividades, acelerar el ritmo…
Es un medio que permite reducir lo que se estaba haciendo, la forma en que se llevaba a cabo o el ritmo de su desarrollo.

La evaluación como motivación.

Puede ser un proceso provocador del interés y del estímulo, tanto para el profesor que puede comprobar los efectos de su actividad como para los alumnos que ven reconocidos y recompensados sus esfuerzos.
La evaluación no consiste sólo en no consiste sólo en detectar errores, lagunas o problemas sino en reconocer los esfuerzos, comprobar las adquisiciones de nuevos conocimientos, hábitos, destrezas y actitudes, y elogiar por los aciertos.

La evaluación como formación.

La evaluación puede estar también al servicio de la comprensión y, por consiguiente, de la formación. Permite conocer cómo se ha realizado el aprendizaje.
La reflexión sobre la forma de evaluar ha de estar orientada en esta dirección, no tanto en la meramente tecnicista.



LA IMPORTANCIA DE LA EVALUACIÓN.

No basta con que el profesor enseñe para que los niños aprendan. En consecuencia, lo que los niños aprenden no coincide siempre con lo que el profesor quiere enseñar. Aprenden mucho o poco de lo que pretende el profesor, acaso nada o, quizás, otra cosa.
El niño aprende solamente aquello que es capaz de asimilar en un determinado momento. El aprendizaje no se produce de una forma mecánica: esto es lo que es preciso enseñar, esto es lo que realmente enseña el profesor y, si el proceso es correcto, esto es lo que habrá aprendido el alumno.
La evaluación es una exigencia que está en la entraña de todo esfuerzo sistematizado para conseguir algo. No es pues, un juicio de valor sobre el niño, ni siquiera sobre sus realizaciones. Lo que pretende la evaluación es conseguir las informaciones pertinentes para conocer la eficacia de la acción. Y la eficacia de la acción no depende solamente del niño sino de un cúmulo de componentes de variada naturaleza.

La evaluación tiene diversas vertientes de análisis:
a.- Comprobar con los alumnos la eficacia de las actividades propuestas.
b.- Informar a los padres y dialogar con ellos sobre la situación de aprendizaje de sus hijos.
c.- Compartir con otros profesores algunas de las evidencias que muestra el desarrollo de su actividad.

La evaluación permite retroalimentar la práctica. Como un proceso de permanente y rigurosa reflexión sobre la práctica educativa, es un vaivén entre el niño y el maestro contextualizado e un sistema, un entorno y unas condiciones concretas de trabajo.
Los vértices temporales del triángulo que simboliza el proceso de evaluación estarían marcados por:
a.- La evaluación inicial: El conocimiento del niño: qué representaciones se hace de lo real, que capacidad de realizar conductas.
b.- La evaluación procesual: Durante el desarrollo de la actividad, el profesor evaluará si la dinámica del aula y el trabajo de cada niño esta realizándose de forma deseada y esperada.
c.- la evaluación final: Finalizando el período de intervención habrá que evaluar el resultado obtenido.
En la evaluación de la EP han de tenerse en cuenta algunas ideas que afectan especialmente a dicho nivel:
a.- El aprendizaje no se produce de forma determinista. Es un error pensar que el aprendizaje se producirá de forma inexorable a medida que el niño madure.
b.- La evaluación no se realizará de forma intuitiva, con la simple observación de lo que hacen los niños en el aula.
c.- Es una equivocación pensar que la evaluación habrá de efectuarse sólo mediante pautas objetivas que permitan comprobar la adquisición de los objetivos propuestos.
d.- La evaluación deberá realizarse mediante la obtención de informaciones precisas en parcelas concretas de la adquisición.
e.- La evaluación de cada niño lleva aparejado el problema de su estudio madurativo y, no olvidemos, el ritmo de su desarrollo.

Santos Guerra, Miguel A. (1995), “La evaluación en educación primaria”, en La evaluación: un proceso de diálogo, comprensión y mejora, Málaga, Aljibe/Colofón, pp.165-175.

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